Una gran parte de los hoteles del mundo está centrando sus esfuerzos en brindarle a sus huéspedes las mejores experiencias. Algunos hoteleros han optado por buscar nuevas experiencias que atraiga a diferentes tipos de viajeros. Es así que nacen los hoteles pop-up.
Siguiendo el concepto de los pop-up stores, una tendencia actual de muchas marcas independientes, los hoteles pop-up no disponen de un lugar fijo. Son alojamientos nómadas y modernos que ofrecen opciones para pasar la noche en lugares a los que no llegan los establecimientos habituales, como lo define el portal elEconomista.es.
La idea nació en el festival de música Glastonbury, The Pop-up Hotel vio aquí una oportunidad de negocio al ofrecer tiendas de campaña de lujo, con baño, aire acondicionado e incluso han llegado a ofrecer Wi-Fi o seguridad 24H. Después se unieron las caravanas a la oferta de alojamiento efímera hasta que otras empresas de alojamientos con fecha de caducidad llegan a ofrecer burbujas prefabricadas (que nos encantan) o contenedores de barcos. Mención especial de este tipo de alojamientos merece Black Tomato.
La peculiaridad de estos alojamientos nómadas es que no solo buscan eventos de varios días, sino que ahora pasan a buscar localizaciones donde no se puede instalar un hotel convencional pero donde ellos sí pueden llegar para ofrecerte unas vacaciones únicas. Poco a poco también van estableciendo algunas normas no escritas como el uso de materiales reciclados o el ser conscientes del medio ambiente, asegurando que, una vez les toca, desaparecen sin dejar ni rastro de su paso por la zona.
Sostenibilidad y experiencia única unidos a un diseño llamativo… Esto suena a que está dirigido a los millennials. Correcto. El cliente potencial de estas vacaciones efímeras desde luego que son los millennials, caracterizados por buscar destinos originales, llamativos (fotografiables) y con ese toque de estar «en contacto con la naturaleza», a pesar de exigir conexión Wi-Fi. Por supuesto.